La articulación de la rodilla, pese a ser voluminosa, es frágil por su situación y su anatomía. En ella se localizan muchas patologías, ya sea en el contexto de los reumatismos poliarticulares o de lesiones propias y con frecuencia postraumáticas. Un enfoque razonado, meticuloso, basado en un análisis semiológico simple y preciso, en primer lugar clínico y luego apoyado en el estudio por imagen, permite concluir en un diagnóstico etiológico. La anamnesis sirve para precisar las circunstancias de aparición del dolor y analizar sus diversas facetas. En la exploración física propiamente dicha se busca un derrame sinovial, se evalúa cada compartimento de la rodilla (anterior, femororrotuliano y femorotibiales laterales, interno y externo), el estado de los meniscos, de los ligamentos cruzados y de los ligamentos colaterales. De este protocolo clínico se desprende una orientación hacia las pruebas complementarias, entre las que el estudio por imagen ocupa un lugar principal: en todos los casos, la radiografía simple de entrada, seguida de la resonancia magnética (RM), si es necesaria debido a una patología intraarticular, y de la ecografía en el caso de patología periarticular. Las pruebas de laboratorio se efectúan para confirmar un posible síndrome inflamatorio (reumatismos inflamatorios como artritis reumatoide, espondilitis anquilopoyética, reumatismo psoriásico) y, sobre todo, para analizar el líquido sinovial, que por sí solo es capaz de revelar el diagnóstico de algunos reumatismos que afectan a la rodilla (artritis séptica, gota, condrocalcinosis). Las patologías más frecuentes son postraumáticas (lesiones ligamentosas o meniscales) o, después de los 50 años, la artrosis. En la persona joven, la condromalacia rotuliana con síndrome rotuliano representa una gran parte de las causas de los dolores de la rodilla. Las patologías tendinosas son frecuentes, sobre todo en el ámbito del deporte, y fácilmente identificables por sus lesiones periarticulares.