El reumatólogo se enfrenta a dos tipos de enfermedades iatrogénicas. Por una parte, sus tratamientos propios exponen a complicaciones, que son parcialmente evitables gracias a la individualización del tratamiento en función de las condiciones del paciente y a la aplicación de medidas profilácticas adecuadas. Por otra parte, las manifestaciones reumáticas son un modo de expresión preferente de los efectos secundarios de los fármacos, que oscilan desde las artralgias banales a las alteraciones del tejido conjuntivo y a otros reumatismos inflamatorios agudos o crónicos, pasando por trastornos extraarticulares y óseos. En definitiva, la hipótesis iatrogénica debe asumirse de forma sistemática en el estudio etiológico de cualquier nuevo síntoma o síndrome osteoarticular.