Los trastornos de la deglución son muy frecuentes y afectan a más de un tercio de los niños de edad escolar. Los trastornos de la deglución siguen siendo una causa poco frecuente de trastornos alimentarios, pero cuyas consecuencias pueden ser graves y comprometer el pronóstico vital. El papel del otorrinolaringólogo (ORL) es identificar la presencia de un trastorno de la deglución y determinar su fisiopatología para proponer el tratamiento más adecuado. Para ello, el estudio de la deglución se basa en una anamnesis minuciosa, una exploración ORL que permita la exploración de la cavidad oral y de la orofaringe, así como una fibroendoscopia con prueba de la alimentación que permita el análisis de la confluencia faringolaríngea. Esta exploración física se puede completar con una fluoroscopia de deglución que permite el análisis de todas las fases de la deglución. La manometría faringoesofágica puede ser útil para objetivar un trastorno motor o de la coordinación.