La medicina basada en la evidencia surgió a principios de la década de 1990 para promover una práctica médica basada en la ciencia actual. El reto consistía en proporcionar la atención más beneficiosa para el paciente y cumplir el requisito de una decisión justificada. Este enfoque consta de cuatro pasos: i) reducir el problema clínico a una pregunta genérica, ii) encontrar estudios que hayan abordado esta pregunta genérica, iii) sintetizar críticamente sus resultados, iv) aplicarlos para resolver el problema clínico. Para evitar tener que encontrar y sintetizar los resultados de la investigación clínica por sí mismos, ahora se anima a los médicos a utilizar revisiones sistemáticas y guías de práctica clínica que siguen los principios metodológicos de la medicina basada en la evidencia. Sin embargo, muchos problemas clínicos no están cubiertos por las recomendaciones. Además, la decisión de aplicar o no una recomendación al tratamiento de un individuo no es trivial. Requiere sopesar la fuerza de la recomendación, integrando las especificidades biomédicas del problema de salud, los valores y las preferencias del paciente, y los recursos disponibles para su tratamiento.