El trasplante de riñón es actualmente el mejor tratamiento para la insuficiencia renal terminal en cuanto a la supervivencia de los pacientes y la economía de la salud. Sin embargo, las complicaciones quirúrgicas no son infrecuentes, en particular las complicaciones vasculares, que son una causa potencial de fracaso precoz y deterioro funcional del injerto renal a largo plazo. El tratamiento endovascular es actualmente el tratamiento de primera línea para la estenosis de la arteria del injerto, que se produce en un plazo de 3 meses a 2 años después del trasplante, con una prevalencia muy variable, del 1 al 25%. Este tratamiento de primera línea está indicado a pesar de la falta de estudios aleatorizados que validen los resultados en comparación con la cirugía convencional.